Tras un tiempo en el que parecía que estaba reñida con todas las carpas del mundo, cambió mi suerte. Empezamos por esta pedazo de común de 18 kilos y medio. Este pez me depertó a las 4 y media de la madrugada. Seguida de ella tuve dos picadas más, que resultaron ser una preciosa carpa de algo más de 16 kg y otra de unos 13.
Al día siguiente, entraba la tarde y sin picadas hasta el momento. Después de las que me llegaron la noche anterior, había perdido un poco la esperanza de mojar de nuevo la moqueta. Pero entonces arrancaron estas dos pequeñas comunes, que me dieron alegría y mucha lucha.
La corriente y las algas no jugaron a nuestro favor. ¡Cada vez que sacabas la caña en la línea te encontrabas con más de 1 kg de algas!
Y UN SILURO
Unos días antes tuve la suerte de que un compañero vecino que pescaba a nuestro lado (al cual ni conocíamos y ni si quiera hablaba nuestro idioma), me dejara sacar un siluro de 2,18 metros… ¡Me dejó temblando como un flan toda la tarde! ¡Qué lucha tan magnifica!