Así pues, después de andar buscando puestos, apagar fuegos (increíble, ¿verdad?), cebar durante la semana… al final optamos por el puesto más trabajado.
Descargar, bajar cosas entre zarzas y cañaverales, hacer pasillos para llevar en la barca todo lo que necesitamos para 4 días de pesca intensa. Después cruzar el río, con una segunda barca de remolque, abrir puesto desde orilla… ¡Total, un palizón!
Montamos equipos y tiramos las cañas. ¡Ya estábamos a tope!
Unas palabras con respecto a los cebos: los cebos naturales tradicionales no nos funcionan en este escenario, así que sin saber a qué suelen picar mejor los peces, optamos al final por unas bolas y unos flotantes que estaban llenos de polvo en la estantería, ¡y fue la opción perfecta!
La primera noche no estuvo mal, sacamos unos carpines… Estuvo entretenida la noche a pesar de todo el ruido que hicimos. ¡La segunda noche fue tremenda, tuvimos tantas picadas que al final perdimos la cuenta de peces!
Esta mañana al amanecer ha salido la más grande. La verdad es que no nos podemos quejar, llevamos un total de entre 15 y 20 peces en la moqueta, ¡es tremendo!
A media mañana estaba recogiendo las cañas para volverlas a lanzar de nuevo y en una de ellas, ¡zas! ¿Qué es esto? ¿Traigo algo? No se, pero algo viene… ¡No lo podía creer! ¡Es el tramo de una caña antigua! Que casualidad, con lo grande que es el río y va y la engancho.
Ahora llega la última noche. Voy aprovechar al máximo el tiempo que nos queda. ¡Espero otra gran sorpresa, y si es así, ya os lo contaré!