El río en sí, es un pequeño río con poco caudal y muchos azudes debido a que está lleno de antiguas fábricas textiles que utilizaban la fuerza del agua para conseguir su propia energía.
La cantidad de peces que hay es muy pequeña y lo que más abunda son carpas de unos cuantos cientos de gramos junto a algún que otro carpín y alburnos.
Lo que a mi me interesa son unas pocas carpas que habitan en cada azud y que tienen un peso considerable por lo que es este río. Son verdaderas luchadoras por lo viejas que son y han tenido que soportar la contaminación, ya que hasta hace muy poco no habían depuradoras, y además tienen que convivir con unos niveles muy altos de salinidad del agua, pues unos cuantos kilómetros río arriba existen un par de empresas que se dedican a la minería, extrayendo miles de toneladas diarias de sal del subsuelo, y que a pesar de los controles de las administraciones, varias son las veces que el agua salada termina en el río
Dicho esto, estas navidades, decidí dedicar un par de mañanas a pescar un tramo que es el que más peces me ha dado en los últimos inviernos. Mi estrategia en el puesto siempre es la misma, pues no existen muchas irregularidades en el fondo ni distintas profundidades. Una de mis cañas la coloco cercana a un árbol caído en la orilla de enfrente y la otra, la coloco cercana a mi orilla unos cuántos metros río arriba para cambiarla a media mañana unos cuántos metros río abajo.
Pues bien, esta vez lancé primero la caña de la orilla de enfrente. Mientras estaba montando la segunda caña, arrancó la primera. Pelea, foto y al agua. Una preciosa común de unos ocho kilos de peso. Digo unos ocho kilos de peso porqué a decir verdad no me interesa mucho el peso de los peces, y normalmente acostumbro a dejar la báscula en casa. Lo que de verdad me interesa son los colores que cogen estos peces en los meses más fríos del año.
Bueno, lanzo la segunda caña y hora de comerse el bocadillo. Al mediodía, arrancó la otra caña que tenía en mi orilla y me pude hacer con otra bonita común de unos seis kilos y pico. Otra pelea intensa, foto y al agua.
Como es ya la hora de comer, recojo los cacharros y para casa. Sacar dos peces en unas pocas horas de una mañana en este escenario es todo un éxito y me voy para casa la mar de contento. Fin de la mañana de pesca, una mañana que podría ser una más, pero resulta que días después me di cuenta que no había sido así.
Comparando las fotos de los peces que he sacado en ese lugar, me di cuenta que la primera carpa que cogí esa mañana, la había sacado ya las navidades del año pasado. Empecé a hacer memoria, y resulta que la engañé por primera vez en el mismo punto del río, con el mismo montaje y con el mismo cebo. Los que me conocen saben que sólo utilizo un boilie, siempre el mismo y en cuanto al montaje, siempre suelo utilizar un blowback rig en este escenario, pues me funciona muy bien.
Estoy deseando que lleguen las navidades del año que viene para intentar hacerme otra foto con ella, pero mientras no dejo de preguntarme varias cosas: si resulta que las carpas aprenden a asociar el peligro a un determinado cebo y a un determinado sitio, ¿por qué la engaño dos veces en el mismo sitio y con la misma bola?
¿Qué le puede más al pez, la necesidad de alimentarse antes de que lleguen los meses más fríos del año o alejarse de una zona que considera peligrosa?
¿Por qué sigue comiendo un cebo que tiene asociado al peligro?
En fin, seguiré dándole vueltas al asunto.
Supongo que la habrás reconocido por la escama cerca de la cola.