Algunas de las diferencias enumeradas en la tabla adjunta tienen un impacto directo sobre las exigencias bioenergéticas de cada forma de escama. En toda lógica, esto conlleva también comportamientos y modos de vida adaptados a las necesidades de cada forma. Así pues, en realidad, pescamos una sola especie compuesta por individuos y grupos que tienen rasgos de vida muy distintos. Esto enriquece nuestra calidad de pesca ya que esta diversidad de comportamientos crea numerosos escenarios de pesca en función de la composición de la población presente y del conjunto del ecosistema. Concretamente conocer las necesidades de cada forma de carpa permite adaptar y afinar la técnica de pesca en función del resultado deseado.
CADA UNA TIENE SU MENU, CADA UNO TIENE SU RESTAURANTE
Antes de comenzar mi formación científica, me había percatado en el embalse de Vouglans que las carpas comunes no frecuentaban las mismas áreas alimenticias que las otras variedades. A ciertas épocas del año, capturábamos carpas comunes cerca de la orilla, en menos de 3 metros de agua mientras que las carpas espejo se capturaban sistemáticamente entre 5 y 12 metros de profundidad. La diferencia era asombrosa y de manera empírica habíamos comprobado que los excrementos dejados en los sacos eran diferentes para las comunes y espejo capturadas la misma noche. Las comunes dejaban trazas de una alimentación con mucho más carne, compuesta pues de pocos artículos bastante gordos mientras que las espejo dejaban trazas de una alimentación compuesta de ninfas nadadoras (tipo de insecto), tubiflex y oligoquetos (ambos gusanos del tipo de los anélidos). Artículos diferentes en tamaño, calidad y valor nutricional.
¿ALIMENTACIÓN NOMADA O SEDENTARIA?
Las comunes estaban presentes en mayor densidad pero, sobre todo, estaban juntas en bancos muy móviles y anunciaban su llegada mediante numerosos saltos siguiendo el perfil de la orilla. Trabajando rápido y bien, en silencio, y separando las líneas al máximo, era posible capturar algunas de ellas antes de que pasaran de largo. Los hábitos eran, pues, gregarios, nómadas con una alimentación oportunista que era difícil fijar con un cebado. Entraban bien al cebado y lo seguían, pero lo dejaban repentinamente aunque no lo hubieran consumido todo.
En cuanto a las royales, a veces se observaban saltos durante horas y horas antes de que se produjese una picada, como si la inspección de la zona fuera mucho más minuciosa. Al examinar los excrementos, se confirma esta hipótesis: la carpa royal es menos gregaria y tiene costumbres alimenticias menos nómadas. Picoteaban durante mucho tiempo en el mismo lugar peinando la zona detenidamente en busca de pequeñas presas.
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Artículo completo publicado en la revista CWR #3.
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