Creo que todos los que tenemos el veneno de la pesca en el cuerpo, cuando ya tenemos programada la próxima sesión de pesca no podemos pensar en otra cosa y no cabe nada más en nuestra mente.
Pensamos en todo el equipo que tenemos que llevar, vemos el tiempo que nos va a hacer para saber la ropa que nos conviene coger, los cebos y sobre todo las comidas que nos vamos a preparar.
Pasamos tiempo limpiando y preparando el equipo, pensando en todo lo que vamos a hacer y calculando cada minuto en cuanto lleguemos a nuestro puesto.
Ya el día anterior cargamos nuestro coche, ¡como si pensáramos que tenemos un tráiler! Miles de bolsas, cubos y fundas hacen que nuestro maletero y casi coche entero sea cómo una partida de tetrix. Cuando por fin conseguimos que todo este colocado, la prueba final es que cierren correctamente todas las puertas (y que por suerte nada se te haya olvidado fuera).
En casa, preparamos nuestra ropa para el día siguiente, cenamos y a dormir prontito para madrugar y estar fresca para el viaje del día siguiente.
La noche puede ser eterna si tu mente no para de pescar, y sueñas toda la noche con todo lo que vas a hacer al día siguiente. Por fin suena el despertador, te levantas emocionada, terminas de prepararte, coges la nevera y emprendes camino. No sabes como irá esa sesión, no sabes si funcionará todo lo que tienes en mente, pero sabes que llevas toda la semana esperando ese momento y lo vas a disfrutar.
…
Ha acabado tu sesión, quizá no era lo que esperabas, o igual vuelves más emocionada de lo que te habías ido… sea cual sea de las dos, lo que siempre sientes es que quieres volver, ya sea para disfrutar de una sesión igual a la que has pasado, o de superarte y decir que tu puedes con todo.
Deseas otra vez que llegue ese viernes, empezar de cero a preparar todo y esas ganas nunca desaparecen.
Esto es el carpfishing, por lo menos para mí.