Mientras bajaba el coche hasta el pantalán me alegró ver que esta área del lago estaba desierta de pescadores de carpas; la razón se encontraba principalmente bajo el agua. Solo en la parte central se daban condiciones para pescar. Charlando con un pescador de lucios, me comentó que había visto por allí algunas carpas saltando al amanecer… Suficiente para mí.
Durante algunos días me fue posible moverme por la zona hasta sus puntos más lejanos y, a la segunda mañana, un buen viento del noroeste estaba soplando en la bahía; la cosa pintaba bien, con las cañas colocadas en tres buenos puntos, entre 6 y 8 metros de profundidad, justo donde acaban las hierbas; las dos cañas de en medio en el punto central y una caña más a cada lado a aproximadamente 50 metros de ellas. Proveí los cebaderos con 10 kilos largos de cebo alrededor de las boyas marcadoras. En condiciones normales suponía que la zona tardaría entre 3 y 4 días en activarse y tener peces comiendo en ella, pero a la 1 de la madrugada me despertó un increíble pitido de la alarma. No resultó ser un pez muy grande, pero una preciosa carpa royal de unos 11,5 kilos era un buen modo de darle inicio a la temporada 2005.
El viernes comenzaba con el típico clima de octubre en el Lac d’Orient, ¡Pero estábamos a mitad de septiembre! Soplaba un vendaval del norte y jarreaba una lluvia torrencial, justo en la entrada de la tienda. Parecían las condiciones perfectas para sacar unos cuantos peces, y así sucedió. La acción comenzaba a las 10 en punto con un buen tirón en la caña de la izquierda y durante las siguientes 8 horas no pude parar, con no más de 15 minutos entre picada y picada. Y todo ello en unas condiciones muy duras para la pesca, no sólo para recolocar los aparejos en el cebadero, a remo, tras cada picada, sino también para luchar las carpas y llevarlas hasta la sacadera. Me imagino que para el final de la noche llevaba unos 6 o 7 kilómetros remados por toda la zona, pero merecía mucho la pena. Nueve picadas y nueve peces en la moqueta, en una noche del Lac d’Orient es una experiencia inolvidable. El peso de los peces fue desde los 11 kilos de una común, hasta una royal justo por debajo de los 19.
Estuve cansado durante todo el día siguiente. Un buen amigo llegó para pescar conmigo durante las siguientes 12 jornadas, y teníamos confianza en que tendríamos acción de nuevo aquella noche. Nuestras expectativas no fueron defraudadas, con una buena Royal de 19,7 kilos casi tan pronto como anocheció que fue seguida poco después por dos comunes alrededor de los 15 kilos. A la mañana siguiente estaba demasiado cansado para seguir, era ya domingo y no había dormido nada desde el jueves, ¡las carpas iban a tener que esperar!
El domingo de la segunda semana seguía manteniendo las mismas condiciones ya mencionadas, de nuevo ya con todas las cañas pescando tras el merecido descanso. Era difícil no estar confiado en tener más picadas, teniendo en cuenta la docena de peces en las dos noches anteriores pero, como suele suceder en el carpfishing, las alarmas se quedaron en silencio; aquel banco de carpas se había movido a otro lado. En la primera parte de la semana siguiente el vendaval fue pasando a ser ligera brisa; supongo que, como suele ser usual en ésta época del año, el equinoccio de otoño fue el que había traído los vientos fuertes. Los siguientes días fueron tranquilos, salvo por un par de peces pequeños.
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Artículo completo publicado en la revista CWR #1.
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